dimecres, 21 de gener del 2009

El judaismo. Historia de Israel.




Según el relato bíblico, Dios, a cambio de su fe, prometió a Abraham la tierra de Canaán, futura tierra de Israel, y una progenie numerosa. Así comienza la historia del judaísmo, una religión que aglutina a cerca de trece millones de fieles en la actualidad.

La historia de los judíos en la antigüedad comienza con su desplazamiento desde Ur -en Caldea, a orillas del Golfo Pérsico-, a la Tierra Prometida, en la que se establecen a partir del siglo XIX a.C.

Siguiendo con la Biblia, el nieto de Abraham, Jacob, a quien Dios otorgó un nuevo nombre, Israel, se trasladó a Egipto con sus hijos y sus familias huyendo de la hambruna.

Sus descendientes fueron esclavizados, hasta que Dios los liberó y, guiados por Moisés, abandonaron Egipto, acontecimiento conocido como el Éxodo.

Al llegar al Monte Sinaí, los judíos hicieron un pacto eterno con Dios, quien entregó a Moisés las Tablas de la Ley.

Hacia el año 1200, de nuevo en Canaán, los israelitas se encuentran divididos en doce tribus. La llegada de los filisteos y la presión de los amonitas hace que las tribus se unan en torno a una monarquía, siendo Saúl su primer rey.

Con David, los reinos de Judá e Israel se unen, y el territorio inicial judío se ensancha con nuevas conquistas, entre ellas la de Jerusalén, convertida en capital. Salomón, su sucesor, será un monarca valorado por su sabiduría y por el establecimiento de relaciones con lejanos reinos, como el de Saba.

A la muerte de Salomón el reino se divide en dos estados rivales: Israel, en el norte, y Judá, en el sur.

En el año 722 a.C. Israel será destruido por los asirios. Lo mismo sucederá con Judá en el 586 a.C., asolada por Nabucodonosor, quien destruirá el gran templo de Jerusalén y deportará a Babilonia a los miembros de las clases altas. Las siguientes dos centurias corresponden a la dominación persa, una época de cierta tranquilidad.

La paz termina cuando Alejandro Magno conquista Palestina en el año 333 a.C. Sus sucesores continuaron su política de helenización, imponiendo la cultura griega en sus dominios. Sin embargo, las luchas internas permitirán la entrada de Roma, a partir del año 63 a.C. Al principio, los romanos gobernaron a través de una dinastía judía fundada por Herodes el Grande. Este gobernante se encargará de culminar la reconstrucción del gran Templo de Jerusalén, casi doblando su tamaño y añadiendo nueva y lujosa ornamentación.

En los primeros años de la Era Cristiana, los gobernadores romanos se enfrentaron a frecuentes rebeliones judías, aplastadas a sangre y fuego. En la fortaleza de Massada, en el año 73 d.C., casi mil hombres, mujeres y niños se suicidaron para no rendirse a la X Legión Extranjera Romana.






En el año 63 a.C. los romanos asumen el mando del reino de Judea. Sentida la administración romana como una ocupación militar y una explotación fiscal, en el año 66 d.C. empieza la primera rebelión judía.

Massada, al oeste de Jerusalén, se convertirá en el último foco de resistencia hebrea.
La fortaleza de Massada, en la cima de un risco casi inaccesible, había sido construida por Herodes. La ciudadela contaba con almacenes, cisternas y diversos palacios. Las murallas que circundaban la cima facilitaban la resistencia ante cualquier ataque.

Hacia el año 70 d.C. comenzó el asedio de la X Legión romana y tropas auxiliares, con cerca de 15.000 hombres. Ocho campamentos fueron levantados al pie de la montaña. El fastuoso despliegue romano impedía a los judíos rebeldes entrar o escapar de la montaña.
Los romanos emplearon catapultas y otras máquinas de asedio, castigando a los asediados desde un promontorio cercano. Para subir a la cima, construyeron una rampa de madera y barro, de 200 m de largo. Una vez concluida, los arietes se dispusieron a romper la muralla.
Finalmente en el año 73, cuando el muro defensivo comenzó a ser superado por los atacantes, la situación se tornó desesperada. Tras escalar las murallas, los romanos no hallaron sino cadáveres. Los 960 judíos supervivientes, hombres, mujeres y niños, decidieron incendiar los edificios y almacenes y matarse antes de someterse al enemigo. Sólo hubo siete supervivientes, dos mujeres y cinco niños. Massada, así, pasó a formar parte de los mitos de Tierra Santa y se convirtió en símbolo de la resistencia judía.





La campaña de Adriano, seis décadas después, acabó con las últimas resistencias. Jerusalén y el Templo fueron arrasados, y se prohibió a los hebreos vivir en su territorio.

Comenzó así la Diáspora de los judíos fuera de la Tierra Prometida.

La Diáspora o dispersión, continuada durante siglos, extendió el judaísmo por todos los rincones del mundo, creando sinagogas y escuelas judáicas. En Europa, los judíos encontraron acomodo como comerciantes o prestamistas, pues la usura estaba prohibida para los cristianos. Masacres y expulsiones fueron frecuentes, y los judíos fueron acusados de desastres naturales como la mortífera peste negra de 1348.

Bajo el islam, la situación de los hebreos también fue precaria, aunque en tiempos de tolerancia florecieron como médicos, mercaderes o científicos. En España, en algunos momentos de la Edad Media coexistieron pacíficamente las tres religiones. La sinagoga de Santa María la Blanca, en Toledo, es una de las mejores muestras de la herencia judía.






En época medieval, la comunidad judía hispana se hallaba muy repartida. La judería más importante era la de Toledo. En Andalucía destacaban Sevilla, Córdoba y Jaén. En Extremadura, Cáceres, Plasencia y Badajoz. Existía también otro buen número de juderías, aunque de menor importancia, como las de Gerona, Barcelona, Zaragoza, Pamplona o Burgos. Por último, en Baleares, la judería de Mallorca alcanzó gran esplendor en el siglo XIV. Las relaciones entre los cristianos y los judíos de Castilla habían sido, en el transcurso de los siglos XI al XIII, en lo esencial pacíficas. Pero, en la siguiente centuria, las dificultades económicas contribuyeron a hacer de los judíos un chivo expiatorio de todos los males. También influyó la propaganda demagógica de Enrique de Trastámara, quien, atacando a los judíos, quiso ganarse el favor de la población castellana en su guerra contra Pedro I.

En consecuencia, entre 1348 y 1350 se produjeron disturbios antijudíos en ciudades como Jaca, Solsona, Gerona, Barcelona o Valencia. Pero el punto culminante de ese proceso fueron los violentos ataques a los judíos de Sevilla, acaecidos en junio de 1391. La violencia contra los hebreos se propagó rápidamente por otras localidades: Córdoba, Andújar, Montoro, Jaén, etc.

Continuó después la onda expansiva hacia el norte, produciéndose asesinatos en Madrid, Toledo, Segovia, Sepúlveda o Burgos. En la Corona de Aragón, sufrieron matanzas de judíos las aljamas de Lérida, Gerona, Barcelona, Valencia o Palma. El clima de persecución hizo que muchos judíos abandonaran la Península, dirigiéndose al norte de Africa. Este proceso fue completado durante el reinado de los Reyes Católicos, cuando en 1492 se produjo su expulsión definitiva.





El antisemitismo, el odio hacia los judíos, tuvo su punto culminante en el Holocausto nazi. Entre 1941 y 1945, fueron asesinados dos tercios de los judíos de toda Europa. Pero las aspiraciones hebreas no acabaron con este desastre sin precedentes. Un movimiento judío, el sionismo, propugnaba el regreso a su antigua patria en Palestina.

Finalmente, en 1948 sus deseos cristalizaron con la creación en Palestina del estado de Israel. Desgraciadamente, si por un lado se ponía fin a 1900 años de privación de derechos para los judíos, por otro, pese a los repetidos intentos por lograr la paz, se iniciaba un conflicto aún no solucionado entre árabes e israelíes.





La palabra judaísmo define el conjunto de normas y tradiciones religiosas del pueblo judío. Como religión, el judaísmo integra tres elementos esenciales: Dios, la Torá e Israel. Dios, o Yahvé, estableció una alianza con un pueblo, el de los judíos o Israel, para que éste extendiera su fe. A cambio de la preocupación de Dios por Israel, los judíos tienen la obligación de cumplir las enseñanzas divinas o Torá.

La Torá comprende los cinco primeros libros de la Biblia o Pentateuco. En ellos se recogen los relatos sobre el origen del mundo, los antepasados de Israel, la esclavitud en Egipto y su liberación, la recepción de los mandamientos en el Monte Sinaí y su travesía por el desierto hasta llegar a la Tierra Prometida. El judaísmo no reconoce la divinidad de Jesucristo, al que sólo admite como profeta. Por ello, la Biblia es únicamente el Antiguo Testamento de los cristianos.


La vida cotidiana de las poblaciones está regida por diversos preceptos religiosos. El Sabbath, el día de descanso semanal, es un día festivo en el que está prohibido realizar cualquier actividad que no sea la oración y el reposo. La cocina kosher es la elaborada de acuerdo con las normas religiosas, prohibiendo el consumo de animales considerados impuros, como el cerdo. La circuncisión, a los ocho días de vida, permite a los varones entrar en la comunidad judía y participar de su alianza con Dios. La madurez religiosa de los muchachos se celebra mediante la ceremonia del bar mitzvah, en la que un chico de trece años lee por primera vez un fragmento de la Torá.

La fiesta familiar más importante es la Pascua, que conmemora el Éxodo de Egipto. Celebrada con una abundante comida ritual, en ella se recita la Hagadá, la historia del Éxodo. Muy importantes son también el Yom Kippur -Día de Arrepentimiento o expiación- y la fiesta de Hannukah -Reconsagración-. En ésta última, el acto principal es el encendido de las velas de una pequeña lámpara que recuerda el candelabro de los siete brazos del Templo de Jerusalén.


Actualmente, el mundo judío se divide en tres movimientos principales: el reformista, el conservador y el ortodoxo, citados de menor a mayor grado de apertura. Con todo, pese a la existencia de conflictos internos y tensiones entre Israel y las comunidades de la Diáspora, es posible concluir que el judaísmo es en su conjunto una de las religiones más dinámicas y trascendentes de la actualidad.



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